Noche

¿Cuánto de la noche repercute en el día?

¿Hasta cuándo es aceptable convivir con la sensación que esa pesadilla dejó en el cuerpo?

¿Hasta qué hora se permite llorar?

¿Cuáles son los intersticios por los que se cuelan y asocian esas imágenes que tan dispares son en la vigilia?

¿A qué hora de la noche el dolor se hace llaga y lo simbólico se materializa para doler otra vez?

¿Cuál es la costura imperfecta que le abre paso a los miedos para dibujarse en la noche y proyectarse en la alborada?

¿Qué procedimiento es el que espeja miedos pasados y tormentos oníricos?

¿Serán realmente del pasado, los tormentos? 

¿Qué tren los viaja hasta hoy? 

¿Por cuáles motivos aquella tortura se cuela en tu momento más vulnerable, te encuentra con la voluntad suspendida ―toda una humanidad comandada por el inconsciente―, sonríe de costado y te saluda?

―¿¡Quién vive!?

¿Es que es en la noche cuando el puño se inflama?

¿Es que es en la noche cuando el golpe adquiere su matiz violáceo?

¿Es que es en la noche cuando la sangre salpica sin mancha?

¿A qué hora se empatan los temores?

¿Hay un antes y un después o somos un eterno devenir manoseado?

¿Se separan pasado de futuro y permiten un presente imperfecto que nos deja suspirar o saltamos entre cortes caprichosos, abruptos?

¿A qué hora superamos los traumas? ¿En qué minuto los dejamos atrás y conseguimos respirar con fluidez?

¿Hay un sueño paradójico o la paradoja está en el mismo acto de dormir?

Aprendimos a caminar alertas de tanto repetirnos que no estamos a salvo. 

Sabemos por dónde movernos, a qué hora y con quiénes ―aunque nunca alcance.

Tenemos a quien avisarle que llegamos bien. 

Pero ¿quién sostiene el alerta cuando se duerme? 

¿Cómo es posible mantenerse a salvo de las puñaladas que tajean el cuerpo mientras navegamos un espacio sin materia?

¿Cómo entregarse al descanso en estado vigilante?

¿Por dónde se corta ese hilo que anuda símbolo y concreto?

Si la mente puede volar hacia la infinita fantasía, sin limitaciones de la razón, ¿por qué elegiría hacernos navegar por infestos pantanos?

¿Es un juego macabro? 

¿Es adrede o es azar?

¿Quién, en su sano juicio, correría el riesgo? 

¿Quién tiene el juicio sano?

¿Cómo se anima tu madre a mandarte a dormir sin saber qué tormentos podrían visitarte?

¿Qué cinismo es el que te permite desearme dulces sueños sin poder garantizarlos?

¿Y si fuera adrede? ¿Por que no se hace presente el perverso titiritero de nuestras emociones? 

―¡Dé la cara y enfrente la luz!

Si fuera cierto que el cerebro utiliza el sueño para repasar el día y deshacerse de los detalles inútiles, ¿por que no borró estos horrores que ya padecí? ¿Qué cosa buena podría aprender visitándolos una y otra vez, pasándolos por el cuerpo sin pausa ni limpieza que los desprenda de mi?

¿Es la noche la que traduce el día en imágenes enigmáticas? 

¿Por qué, entonces, desperdiciaríamos la luz empecinados en descrifrarlas?

¿Es que es todo lo mismo?

¿Cuál es la paradoja que encierra y que debo develar?

¿Es posible el reposo ante tal amenaza?

Carezco de toda respuesta, pero a mi, hoy, el encierro me oprime menos que el pasado que acecha.
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Imágenes hechas cuerpo en una noche pandémica en la que el encierro no resultaba peor que los fantasmas – 2021.